Oración por la beatificación del abusador Germán Doig. |
Ayer descubrí que un tuitero me atacaba e insultaba desde que publiqué mi primer post sobre el Sodalicio (SCV). Cuando me enteré, por otro tuitero que me incluyó en una respuesta a él, noté que lo tenía bloqueado hacía mucho tiempo. No recuerdo el motivo, pero luego me di cuenta. En su bio encontré un enlace que me llevaba a sus demás cuentas, y en su perfil de LinkedIn descubrí algo interesante: el susodicho, cuyo nombre no diré para no darle publicidad, manifiesta que trabaja actualmente como redactor en ACI Prensa, la agencia católica de noticias más grande del mundo hispano.
Recuerdo bien a ACI Prensa de mis días en el Sodalicio. Su director es un conocido laico consagrado sodálite llamado Alejandro Bermúdez. Cuando confronté a su empleado, intentó, con artilugios poco inteligentes y fáciles de desenmascarar, desvincular a ACI Prensa del Sodalicio. Todos los que pasamos por el SCV sabemos bien quiénes están detrás de la ACI y qué buscan. Es la maquinaria mediática sodálite que busca manejar la información dentro de la Iglesia, ya que, como todos sabemos, quien maneja la información tiene el poder. Han tratado de esconder al SCV por todas partes para no generar resistencia, pero su propia web en inglés delata sus raíces. En este enlace pueden ver que Bermúdez, a quien conozco personalmente y sé perfectamente que pertenece al Sodalicio, es miembro de esta "familia". Y sí, uno de sus redactores era mi principal atacante en Twitter.
Esta información será entregada a la Policía Nacional, que tendrá que definir si los comentarios anónimos insultantes con los que bombardearon este blog y las amenazas que publicaron en contra de mi hija provienen de las mismas personas. Desde que mostré las pruebas del vínculo entre ese poco cristiano redactor de ACI Prensa y el Sodalicio, los ataques pararon.
Un allegado al Sodalicio me dijo en Twitter que no estaba de acuerdo con esos ataques y que este individuo actuaba a título personal. Parece que la estrategia utilizada por el SCV en el caso del pedófilo Daniel Murguía (¿dónde está ahora que ya salió libre?) y en el de la 'doble vida' de su ex casi santo, Germán Doig, aquella de mandar al matadero al tumor para salvar a la institución, sigue funcionando.
Hay quienes han escrito en mi blog que el Sodalicio ha cambiado, que ya no suceden las cosas que yo cuento en mis columnas, que se han humanizado, etc. Si así es, ¿por qué en lugar de enfrentar estas acusaciones con secretismo, escondiendo a Figari de la prensa y demás artes mágicas de desaparición, no muestran al público lo que hacen en sus comunidades? ¿Por qué no responden de manera más abierta, por qué no buscan a quienes contamos lo que vimos y nos enseñan que realmente han cambiado? No, lo que hacen es ningunear a todos los que contamos nuestras experiencias, encerrarse, esconder de la prensa a los chicos que viven ahí cuando ven una cámara, llevándoselos en camionetas a otros locales hasta que pase la "amenaza".
Hoy se ha sumado la revista Caretas a las revelaciones relacionadas con el cataclismo que se ha producido en las entrañas del Sodalicio al tener que detener el proceso de beatificación de su número 2, el hijo predilecto de Luis Fernando, el delfín del fundador, el "Apóstol de la Nueva Evangelización", Germán Doig, quien ha pasado de ser un ícono de la vida santa a un Judas leproso que abusó sexualmente de por lo menos tres jóvenes mientras fue Vicario General del Sodalitium Christianae Vitae.
Expreso mi profunda solidaridad con todas las personas que fueron abusadas sexualmente por Germán Doig, las que han declarado y las que no se han atrevido a hacerlo por temor o porque quieren dejar el pasado atrás. Quiero expresar el terrible dolor que me produce pensar en qué sentirán los chicos de 11 años que fueron abusados por el pederasta Daniel Murguía, quien ahora está libre.
Quiero expresar mi preocupación inmensa por el corazón limpio y sincero de cientos de jóvenes que, engañados como me engañaron a mí, dejaron sus casas porque querían ser mejores, y ahora están en las garras de personas que los manipulan y les enseñan a manipular a otros jóvenes y niños que se acercan al Sodalicio creyendo en que ellos los volverán santos.
Y a las familias de los afectados, mi mayor cariño y comprensión. Aquí estoy si necesitan hablar con alguien, como lo he hecho antes con quienes me han buscado y han llorado porque no saben qué hacer. Si Dios existe, no lo duden, no está en el corazón de manipuladores que los sacan de sus casas y esclavizan sus mentes con cantos inspirados en el fascismo y arengas que los convierten en robots con las mismas barbas ralas, las mismas camisas celestes, los mismos pantalones de tela, las mismas crucecitas doradas en la solapa, las mismas biblias de Jerusalén con cubiertas de cuero, las mismas estatuas de la Virgen Inmaculada Dolorosa, los mismos apretones de manos, las mismas miradas fijas a los ojos, los mismos zapatos Florsheim y las mismas sandalias "pescadoras" hechas a mano en San Bartolo.
Publico esta vez mi cuarto artículo escrito en el 2000. Los anteriores los pueden encontrar en este mismo blog. Difúndanlos y denles, con ellos, esperanzas a quienes creen que este monstruo no se puede vencer. Salgan y denuncien lo que saben, lo que han visto, lo que les han hecho. Hay una vida después del Sodalicio, no teman.
TERCER ARTÍCULO:
LOS ABUSOS DE LOS CURAS (Parte 3)
Publicado originalmente el 15.11.2000
Vengo contando cosas que, probablemente, estén pasando incluso hoy mismo, mientras estás leyendo estas líneas. A lo mejor a tus hijos, hermanos o primos. No estoy jugando, no estoy pasando el tiempo, no estoy haciendo catarsis, estoy arriesgando mi seguridad, mi propia vida, para contarle a todo el que “tenga oídos para oír” algo que nadie nunca se ha atrevido a contar: la verdad de lo que pasa tras las paredes de una comunidad católica moderna y aceptada por Juan Pablo II, Cipriani, el Estado peruano y gran parte de la sociedad.
¿No tienes acaso tú mismo una historia personal o de un familiar para contar? ¿No hay alguna autoridad o congresista valiente que solicite una investigación después de leer lo que estoy escribiendo? Nadie se mete con ellos porque no es “popular” hacerlo. Pero, yo seguiré aquí, llamando las cosas por su nombre, lanzando dardos de verdad para que los valientes se pongan de pie junto a mí y la sociedad se deje de hacer la que no oye cuando hay que enfrentar cosas tan importantes como esta. Si esto te parece secundario, entonces revisa tu escala de valores y te darás cuenta de cómo te han engañado con sus poses y su falsa moral esos curas que solo están interesados en sacarte plata y en tenerte atrapado con sus dogmas para ellos vivir cómodos con las donaciones y los sueldos que les pagamos incluso quienes no tenemos nada que ver con ellos ni nos interesa ser parte de su farsa.
El cura José Antonio Eguren, a quien ya mencioné en la primera parte de “Los abusos de los curas” y a quien toda la curia peruana conoce muy bien por los importantes cargos que ocupó en la Conferencia Episcopal [y ahora como obispo auxiliar de Lima], es un padrecito de apariencia bonachona y de gran habilidad oratoria.
Eguren, sodálite por supuesto, era invitado a veces a la casa de la Av. Brasil donde vivíamos los aspirantes a curas. Una vez, en un desayuno, le tocó sentarse a mi costado. En esa oportunidad, y no me acuerdo por qué, me habían castigado con un ayuno de lechuga y agua por una semana. Pero, eso no quería decir que no me sentara a la mesa con ellos a ver todo lo que comían en mi cara. Y, con la personalidad cruelmente juguetona que lo caracterizaba, al bonachon hoy monseñor Eguren se le ocurrió una forma muy noble y cristiana de acercarme a su dios.
Se sirvió un delicioso pan con mantequilla y mermelada y, justo cuando se lo iba a meter a la boca, se dio cuenta de que mi ayuno me había llevado a echarle un ojo. Así que, justo antes de meterlo en su boca, el cura me miró de reojo y me preguntó, con esa sonrisa que siempre recordaremos quienes lo hemos conocido: “¿te gustaría comerte este pan?”. Yo lo miré desconcertado, ya que no sabía qué era lo que debía contestarle. El cura me lo fue acercando y retirando de la boca, provocándome: “¿Quieres? Mmm, qué rico, ¿no?”. Yo, con casi una semana de haber estado alimentándome de agua y lechuga, sufría ante la visión de ese delicioso pan que, en ese momento, se convirtió en lo único que esperaba de la vida. Al final, luego de casi dos minutos de jugar conmigo, el cura, al que apodamos “el cura gordo”, se metió el pan con mermelada a la boca y se lo comió todo, mientras decía “¡qué rico, mmm!”, con un especial gusto y una mueca de “piña loco, te pelaste, sigue ayunando nomás”.
Esto, que parece solo una broma juvenil pero que es parte de toda una estrategia bien estudiada de privaciones y torturas físicas y psicológicas destinadas a doblegar y someter la voluntad del aspirante, lo hizo un respetable miembro de la iglesia peruana que fue elegido para servir personalmente al Papa Juan Pablo II en su segunda visita a nuestro país.
Este curita [hoy obispo que gana sueldo del Estado], que seguro es el que te casó o bautizó a tu hijo, disfrutaba torturando psicológicamente a adolescentes. No es la única historia y él no es el único que actuaba así. El propio Luis Fernando Figari, jefe de Eguren, me obligó una vez a esconderme detrás de la puerta de la cocina de su casa en Santa Clara y esperar a que uno de sus estudiantes, que vivía en la misma comunidad con él, saliera de la cocina con el almuerzo. Y no para jugar a "bú" y reír todos con la travesura. La instrucción fue: "Dale el puñete más fuerte que puedas en la boca del estómago cuando salga de la cocina". Si lo ordenaba el gran Luis Fernando, el fundador, el santo viviente, el paradigma de católico moderno, el amigo del Papa, el maestro y guía de mi director espiritual Germán Doig, había que hacerlo, sino te largabas del Sodalicio.
En las siguientes columnas podrán leer muchas otras historias de la vida real. Por ejemplo, cuando uno de los chicos que se escapó de ahí -unos meses antes que yo- y todos nos reunimos para que el superior de nuestra comunidad nos dijera que “ya ni siquiera vale la pena rezar por él porque se ha perdido en el infierno”. También sabrán, con lujo de detalles y nombres de los involucrados, cómo es que me pincharon varias veces seguidas con una cuchilla suiza en el cuerpo, cómo me obligaron a bañarme en el mar helado en la madrugada a pesar de sufrir de una terrible migraña, cómo me escondían en el baño cuando venía a verme mi mamá, cómo Luis Fernando Figari nos gritaba que debíamos estar dispuestos a estrellar nuestras cabezas contra las paredes si él no los pedía.
Si no leyeron mis posts anteriores, pueden hacerlo en http://bit.ly/sodalicio, http://bit.ly/sodalicio2 y http://bit.ly/sodalicio3. El lunes publico la quinta parte.
4 comentarios:
"Quiero expresar mi preocupación inmensa por el corazón limpio y sincero de cientos de jóvenes que, engañados como me engañaron a mí, dejaron sus casas porque querían ser mejores, y ahora están en las garras de personas que los manipulan y les enseñan a manipular a otros jóvenes y niños que se acercan al Sodalicio creyendo en que ellos los volverán santos." Hago mías tus palabras. Te creo todo lo que estás re-contando. Y sí, somos muchos los que tenemos alguna historia de ellos.
Son lamentables los comentarios burlones, insultantes ofensivos, que le dicen al Sr. Escardó lo que debería hacer o se atreven a juzgar sus intenciones. Van en la línea no de entrar en diálogo sobre la materia sino de acallar lo que se cuenta. No otra fue la estrategia que se aplicó cuado el Sr. Escardó publicó por primera vez estos artículos en la revista "Gente". Entre la gente allegada al Sodalicio y al MVC se hizo correr la consigna de que no había que responder nada, y al final se logró acallarlo mediante maniobras de otro tipo (auspiciadores que retiraban la publicidad de la revista, conversaciones a alto nivel,etc.). De estas cosas debe estar mejor informado el Sr. Escardó que yo.
Ahora hay algunos que no entran tampoco en materia, sino que cuestionan el derecho del Sr. Escardó a contar estas cosas. O argumentan que el Sodalicio ha cambiado, de modo que lo que él cuenta forma parte de una pasado que ya se dejó atrás.
Fuera de insistir en este cambio, nadie ha explicado en qué ha cambiado el Sodalicio. Probablemente se haya moderado ciertas prácticas, o se han cambiado por otras, pero no me consta que se deje de manipular las conciencias y restringir la libertad interior de las personas. Además, desde que yo tengo memoria, el Sodalicio ha sido refractario a los cambios, y cuando éstos sea han dado, ha sido desde arriba, porque lo que están abajo no tienen ni voz ni voto.
Así como los sodálites suelen guardar silencio sobre los métodos de formación que se aplicaban en el pasado (muchos de los cuales han herido psicológicamente a tantas personas), así tampoco hablan sobre los métodos que emplean en la actualidad. Esta falta de transparencia no deja de ser sospechosa.
Estoy seguro de que si el Sr. Escardo y yo, que soy católico creyente, nos sentáramos a conversar a una mesa, lo haríamos sin ningún problema. Pues el respeto guarda respeto, y entre no fanáticos siempre hay un algo de humanidad que permite mantener una conversación sincera.
Un diálogo así sería imposible con quienes están convencidos de que su posición es absoluta, que se sienten con el derecho de despotricar, ofender, faltar al respeto, solamente porque sus endebles convicciones han sido afectadas por una fuerte dosis de realidad.
El Sr. Escardó tiene todo el derecho de contar lo que cuenta, y yo tengo todo el derecho, como católico, de avergonzarme de muchas de los comentarios que he leído en este blog, puestos por católicos cavernarios, incapaces de reconocer la cruda verdad y adictos a una ideología que se disfraza de espiritualidad.
Es necesario abrir todo lo desconocido y oculto para conocer lo que hay dentro, sino, al igual que la Alemania Nazi, no sabremos aprender de nuestros errores.
Felicito su valentía y deploro las amenazas ´anónimas´ y cobardes que pretenden esconder una realidad, de la cual, solo nos queda aprender.
La libertad de expresión es fundamental, y la libertad de discrepar también.
el asunto reviste gravedad y no es para tomarlo a la ligera.
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