martes, 1 de febrero de 2011

Luces sobre el escándalo en el Sodalicio

Foto de escultura de Germán Doig
por Fredy Luque Sonco
Hace poco más de diez años escribí seis artículos que recogían algunas de mis experiencias mientras viví en las comunidades del Sodalicio de Vida CristianaSodalitium Christianae Vitae (SCV). Lo que vino después fue una andanada de amenazas, mentiras, insultos y todos los ataques que uno podría imaginar. Fue tanta la presión que, después de seis semanas, tuve que dejar de escribir.

Un año después, el programa "Entre Líneas", de Cecilia Valenzuela, que se emitía por Canal N, difundió un valiente reportaje en el que hablaron padres de miembros del SCV y personas que nos habíamos ido de ahí. Luego del informe, 'Chichi' me entrevistó y resumí, en lo que me permitió el tiempo, algunos de los pasajes más sombríos de mis artículos.

El periodista Pedro Salinas publicó, ese mismo año, su novela "Mateo Diez", que remeció nuevamente las bases de lo que se ha convertido en menos de cuarenta años en uno de los grupos más poderosos de la Iglesia Católica.

Muchos de los que pertenecimos al SCV salimos asqueados por lo que vimos, pero casi nadie se atrevió a contarlo, obviamente, por temor a las represalias. A mí me tomó trece años hacerlo y no me fue posible completar mi relato. 

Hoy, Diario16 ha publicado lo que sería el verdadero motivo detrás de la renuncia del fundador del SCV, Luis Fernando Figari. Una historia que recién empieza y en la que se habla de algunos casos de abuso sexual a menores de edad por parte de Germán Doig Klinge, quien fuera Vicario General del SCV y falleció hace unos años.

Yo conocí muy de cerca a Doig, ya que fue nada menos que mi "director espiritual" en mi primera etapa de sodálite. Una de las cosas que nunca llegué a escribir fue sobre aquella única ocasión en la que, en su oficina del Centro Pastoral de San Borja, pretendió ir más allá de lo que permite el normal contacto entre dos hombres heterosexuales

Germán era muy "físico", tocaba mucho a la gente, pero de una manera en que nadie sospecharía que se trataba de un afecto más allá del aceptado por la caridad bíblica. Y creo que esa era su estrategia, ya que la línea que separaba ese afecto "paternal" de la posibilidad de un acercamiento sexual era delgadísima, en especial para chicos que, como yo, no pasábamos de los 17 años y no sabíamos mucho de la vida.

Hoy, diez años después, y a la luz de las revelaciones de Diario16, volveré a publicar en este blog mis artículos, uno por uno, en una versión menos irreverente y juvenil que los originales, pero que, definitivamente, servirán de instrumento para que los lectores entiendan mejor de qué se está hablando hoy.

NOTA: Al buscar enlaces para enriquecer este post, noté que el SCV parece haber borrado todas sus noticias relacionadas con Germán Doig, incluido el sitio web oficial que abrieron para promover su causa en el Vaticano: http://www.germandoig.org (ActualizaciónMarco Sifuentes me envió este enlace que rescata (a pesar de haber sido borrado) lo que el SCV decía de Doig antes del escándalo http://web.archive.org/web/20080514173223/http://www.germandoig.org/).

PRIMER ARTÍCULO: 
EXTIRPARÉ LA RAÍZ DEL MIEDO
Publicado originalmente el 26.10.2000


Monseñor Bambarén salió con la miserable queja de que no le alcanzaban los 600 y tantos soles que le da el Estado. Y el ministro Bustamante salió después a hacer un comentario que a algunos que se mueren de miedo por el poder de la iglesia no les gustó. Desde la Constitución de 1979, la iglesia católica ya no pinta en el país, aunque muchos ignorantes sigan creyendo que es la religión oficial. Lo único que existe, y que la mayoría tampoco sabía, es un acuerdo [o concordato, como hubo con Mussollini y Hitler] firmado con el Vaticano en las postrimerías del gobierno dictatorial de Morales Bermúdez, en el cual el Estado –entre otras cosas- acepta pagarle una asignación mensual a los cardenales, obispos, curas con puestos administrativos y hasta sacristanes.

Para cualquiera que haya llevado un cursito de Educación Cívica queda claro que la Constitución está por encima de cualquier ley o acuerdo. Leamos lo que dice la Constitución en su artículo 50: “Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración. El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas”. La conclusión que se desprende de este -temeroso- artículo es la siguiente: todas las otras religiones tienen el mismo derecho que la católica de pedirle al Estado que dedique parte de su presupuesto a pagar una asignación mensual a sus ministros, pastores o como sea que los llamen. Si el Estado no cumple con este pedido de otras religiones, estaría atentando contra la Constitución. Sé que muchas religiones u organizaciones no católicas no están interesadas en recibir dinero del Estado, así que, para que se respete la igualdad de cultos predicada por la Carta Magna, la otra alternativa que planteo es que, si no se va a aceptar que los ministros de las demás religiones reciban un sueldo, tal como lo reciben los curas, entonces todas las demás religiones deben enviar una solicitud al gobierno para que se dé por concluido el acuerdo con el Vaticano y no se siga pagando a los curas con la plata de los sufridos contribuyentes, muchos de los cuales ni son católicos ni están interesados en serlo y menos en auspiciarlos.

Para nadie es secreto que los colegios de curas y monjas manejan muchísimo dinero, aparte de donaciones, y que muchas de estas se gastan inadecuadamente para darle comodidades a los mismos curas y monjas. Yo soy testigo de muchas de estas cosas, ya que he estudiado para ser cura y justamente me retiré por todas las injusticias de la iglesia. Yo no podía dedicarle mi vida a una institución que es más prostituta que santa y que quiere pasar por guía moral de la sociedad al mismo tiempo que se roba la plata de las donaciones para comodidad de los que deberían administrarlas para beneficio de los más necesitados. Para ejemplo, un botón. Hace unos 5 años, di clases de inglés en Cáritas (una entidad católica que recauda y distribuye donaciones) y varias veces cancelaban las clases cuando yo ya estaba en su local, lo que significaba –según el contrato para el instituto de idiomas para el que yo trabajé, uno de los más caros del país- que igual tenían que pagarlas. Uso irresponsable de fondos que podrían haber servido para alimentar a más de un niño pobre. ¿A esa gente que se apropia de las donaciones para su propio bienestar tenemos que pagarles sueldo todavía porque los gobiernos se mueren de miedo y establecen y perpetúan un contrato con la iglesia más corrupta de la historia?

Llegó el momento de empezar a decir las cosas como son. Que nadie se deje atemorizar por curas o líderes laicos de la iglesia, que de santos tienen menos que yo de católico. Ha llegado el momento de que el Gobierno inicie una seria investigación de los manejos del dinero de donaciones que recibe la iglesia, además de cortarles la mamadera (de la que encima se quejan). La iglesia católica es una de las instituciones que más daño ha hecho a la humanidad. Se ha dedicado por siglos a perseguir a los que no piensan como ellos, a pactar con gobiernos corruptos, dictatoriales y asesinos, a matar miles de personas en nombre de Cristo y la fe, a ocultar y quemar literatura a la que temían, a someter a la sociedad a sus “principios”, atemorizando a todos los que no los siguen con los castigos divinos y el infierno. Y, a pesar de que el papa pidió perdón, sólo han cambiado los métodos, pero no el fondo de sus maniobras.

Me importa muy poco que los cucufatos se escandalicen con lo que voy a decir. Estoy harto de los abusos de la iglesia y de que metan la nariz donde nadie les ha pedido. En las siguientes ediciones de “El Quinto Pie del Gato” presentaré un resumen de las cosas que me hicieron pasar los curas cuando estuve estudiando con ellos. Contaré por primera vez cómo me ponían una cuchilla en el cuello, cómo me hacían dormir en las escaleras, cómo me escondían en el baño cuando venía a verme mi familia, cómo me hacían bañarme en el helado mar de invierno en la madrugada a pesar de estar muy enfermo, cómo me hacían correr dándome de palazos en las piernas y más cosas que indignarán a todos mis lectores.


Hecha ya la promesa de lo que contaré e invitando a todos los medios de comunicación que estén interesados en hacer público esto, les vuelvo a recordar que la iglesia ha torturado y asesinado durante siglos a quienes se manifestaban contra ella. Así que ya saben a quiénes culpar si algo me pasa. Esperen mi columna de la próxima semana, contaré todo. Y, si no me alcanza el espacio, tendré que seguir contándolo en otras ediciones.
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