domingo, 14 de noviembre de 2010

Peatón malo, peatón bueno

Todos festejan que, a partir de mañana, lunes 15 de noviembre, el peatón será multado. Incluso anuncian con rimbombancia que alguien podrá filmarlo o fotografiarlo y que esa prueba servirá para que pague por su delito.



Ante tanta fiesta, solo me queda decir que no entiendo el entusiasmo. Y no por pesimista, sino porque el Reglamento Nacional de Tránsito no solo es letra muerta, sino que la Policía, inclusive la de tránsito, no lo conoce. Y porque parece que el peruano no vive en el Perú y, a pesar de la experiencia, no aprende del pasado.

A diario, los efectivos policiales no solo demuestran que no tienen idea sobre el reglamento, sino que no tienen la voluntad de aplicarlo ni les importa hacerlo. Y no porque no tengan las herramientas (que, en el caso de los policías de a pie, no las tienen, eso es indudable), sino porque son cientos los conductores y peatones que infringen las normas en sus caras y, cuando alguien les increpa por no hacer valer el peso de la ley, dicen: "así somos los peruanos pues, ¿qué se va a hacer?".

Cuando se renovó el reglamento, hace solo un año y medio, también hubo fiesta mediática, todos creían que el tránsito mejoraría, que los conductores serían más conscientes ante la amenaza de una multa mayor. Pamplinas. Todo siguió igual o peor.



Cuando, en noviembre de 2006, se anunció (con bombos, platillos, chalequitos e inspecciones personales de la entonces ministra de Transportes y Comunicaciones, Verónica Zavala) el plan "Tolerancia Cero", todos confiaban también en que su aplicación reduciría los accidentes de tránsito en las carreteras de nuestro país. Sin embargo, tanto entusiasmo se desbarrancó al poco tiempo, como lo siguen haciendo diariamente los ómnibuses interprovinciales.

Los policías coimeros y los conductores coimeadores son solo una parte de este entuerto que parece no tener solución. Podríamos dedicar a este análisis decenas y hasta cientos de páginas. Y seguiría siendo inútil. Ni la nueva alcaldesa ni el próximo presidente del Perú podrán resolver este problema, ya que no solo es consecuencia de la falta de autoridad y de la desaplicación de normas ya existentes, sino que es producto de una nociva combinación de mentalidades.



Por un lado, están los jueces corruptos o (en el "mejor" de los casos, ineptos) que no sancionan casos evidentes y que ejemplarizan, como el de Carlos Cacho o el de Celso Pastor Belaunde. Por otro, la de los policías, que no solo centran sus esfuerzos (y gastan el escaso presupuesto que el Estado les asigna) en buscar que los sobornen antes que en cumplir con las leyes que personifican, convirtiéndose, así, en uniformes con patas que no ejercen autoridad alguna ni merecen un mínimo respeto. Pero, finalmente, la mentalidad más perniciosa es aquella de los conductores y peatones irresponsables. Ellos son los que crean, mantienen y perennizan el caos, protagonizan los accidentes (como autores o víctimas) y son, por lo tanto, los únicos que pueden cambiar esta aparentemente irreversible realidad.

Las multas son represión, castigos para quien no cumple algo que sabe debe cumplir, con la finalidad de que aprenda de sus actos y no vuelva a cometer el mismo error y, de ser posible, evite otros similares. Todos -conductores y peatones- sabemos muy bien que no debemos infringir el reglamento de tránsito... pero, qué carajos, igual lo hacemos "porque todo el mundo lo hace". Hasta que chocamos, nos atropellan o atropellamos. Entonces, la criollada y la risa se transforman en llanto y contrición.

Las multas no han cambiado ni van a cambiar nada. Solo si tú cambias, lo evidencias en tus acciones diarias y, siendo un ejemplo, exiges a los demás que cambien, entonces tal vez algún avance logremos. Toma tiempo, jode, significa un compromiso contigo y con los demás, pero, al final, te da la satisfacción de que no eres uno más de los que piensan que "si el resto lo hace, yo también lo hago", un criollito más que puede arriesgar su propia vida y la de los demás solo por ganarle un segundo a una luz roja o cruzar entre diez autos para llegar un minuto antes a la acera de enfrente.


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