domingo, 13 de febrero de 2011

Estado homofóbico

Una noche, antes de que comience la clase en uno de los salones en los que estudiaba mi carrera, hablábamos del estreno de la película "The Matrix". La profesora entró y, pretendiendo integrarse a la espontánea tertulia cinematográfica, dijo: "Ay sí, que lástima que Keanu Reeves sea homosexual". Rompiendo el incómodo silencio que se produjo, le pregunté: "¿A qué se refiere con 'qué lástima'?". La profesora se dio cuenta de que no saldría bien librada de la interrogante y, mientras se retiraba del salón, balbuceó una excusa que no pudimos descifrar por completo. Había recordado súbitamente que algo olvidó en su casillero. Cuando volvió, yo había escrito en la pizarra: "¿Sería una lástima si un hijo suyo fuera homosexual?". La profesora, con una mano visiblemente temblorosa, tomó la mota y borró mi -atrevida, habrá pensado- pregunta. Nunca más se volvió a hablar del tema.

El sábado 12 de febrero, un grupo de LTGB (lesbianas, transexuales, gays y bisexuales) se reunió pacíficamente en la Plaza de Armas de Lima, en un acto público denominado "Besos contra la homofobia". Ya de por sí es vergonzoso que en nuestro país los homosexuales tengan que salir a las calles para mostrar que sus derechos son vulnerados. Sin embargo, para avergonzarnos más ante el mundo, un grupo de policías los agredió inexplicable y brutalmente. Se burlaron de ellos, los arrastraron como animales, les pegaron, le rompieron la cabeza a una de las participantes y los insultaron no solo con sus palabras, sino con sus muecas de prepotentes y discriminadores macho men.

La sexualidad, que no es lo mismo que el sexo, es la expresión más pura de la naturaleza humana, la vivencia más íntima y a la vez pública que mejor define lo que somos. La experiencia responsable de la sexualidad en cualquiera de sus formas significa libertad. Y por responsable quiero decir, entiéndase claramente, entre adultos que eligen vivir lo que son y sienten con otros adultos.

Un Estado democrático y moderno debe permitir y enseñar con cada una de sus acciones no solo a respetar y ser tolerantes -ya de por sí aplicar esos conceptos a la sexualidad es vejatorio-, sino a proteger con absoluta naturalidad los derechos de todos. Si dos personas, de distinto o igual sexo, deciden andar de la mano o besarse en la calle, pues que lo hagan, y no hay policía, alcalde, presidente o arzobispo que pueda siquiera osar ocultarlos de la vista pública.

Cualquier intento por impedir que estas expresiones de libertad sexual se den de manera natural, cuidando, como se cuida con las parejas heterosexuales, que se sepa claramente qué debe mostrarse en público y qué debe mantenerse en la privacidad de una habitación, es un abuso que solo se explica en los intentos desesperados de la religión por aferrarse al poder político y de este último por arrodillarse ante quienes aún se creen emisarios de Dios y jueces divinos del pueblo.

Es mi deber recordarlo aquí -porque hay personas que aún no lo saben o, peor aún, actúan como si no lo supieran- que el Estado peruano dejó de tener religión oficial a partir de la publicación de la Constitución de 1979. Y, cuando digo "personas", me refiero, en especial, a autoridades.

Si no te gusta que dos personas del mismo sexo se tomen de la mano o se besen en la calle o frente a tu iglesia de preferencia, entonces solo tienes que cruzar la pista y cerrar la boca, no llamar al 105 de una fuerza bruta que acata analmente las órdenes de un Estado homofóbico.

jueves, 10 de febrero de 2011

Los pecados mortales del Sodalicio

Video de Dánae Rivadeneyra (@danaery) publicado en lamula.pe

El mundo ético y moral del Sodalicio acaba de ponerse en entredicho después de que El Vaticano rechazara a German Doig – Vicario del Sodalicio- del proceso de beatificación que llevaba al descubrirle casos de “conducta sexual impropia”.
Este hecho dio pie para que se recordara, una vez más, diversas acusaciones que se hicieron contra el Sodalitium Vitae Cristianae hace más de 10 años. Estas acusaciones hacen referencia a los procesos de entrenamiento, tortura física, psicológica, y riesgo sexual al que están expuestos los integrantes de este grupo.
Conversamos con Jose Enrique Escardó (@JEESxorcismo) y con Pedro Salinas, ambos ex sodálites, quienes cuentan sus testimonios a la vez que hacen importantes revelaciones y, con Martín Jaime, antropólogo especializado en estudios religiosos y grupos cerrados.

lunes, 7 de febrero de 2011

Figari: que el Dios de los cristianos te perdone

Espada flamígera, símbolo del
Sodalitium Christianae Vitae
Hace diez años tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida cuando, sin nada que ganar y mucho que perder, decidí contar lo que vi y viví, trece años antes, en una comunidad católica a la que había pertenecido, el Sodalitium Christianae Vitae (SCV). Escribí solo seis artículos y no me fue posible continuar porque las presiones sobre el medio que cobijó mis confesiones fueron insoportables. 

Jamás temí las amenazas contra mi integridad, tampoco me inmuté con los insultos. Jamás doblé mis rodillas por las asquerosas mentiras que inventaban en los restaurantes donde se reunían con expertos en control de daños y que sembraban en foros de Internet. Lo único que pudo frenarme fue el huracán de presiones que estaba llevando a que los empleados y periodistas de ese medio terminaran en la calle. Y así lo conté en mi último artículo aquella vez, a pesar de que, en un almuerzo en el restaurante Costa Verde, un empresario y periodista vinculado a los sectores más poderosos de la iglesia católica me invitó a que cerrara mis artículos con un acto de contrición en el que yo "debía" mencionar que se me había aparecido la Virgen María "o algo así".

Diez años después, cuando Diario16 decidió revelar a la opinión pública que ese mismo grupo había recogido denuncias ciertas y comprobadas de por lo menos tres casos de abuso sexual por parte de Germán Doig, su número 2, fallecido en el 2001 y en proceso de ser declarado beato y luego santo por el Vaticano, tomé la (otra vez muy difícil) decisión de volver a publicar mis artículos para revelar lo que yo vi a quienes aún no conocían la verdadera naturaleza de los líderes del SCV. No de todos sus miembros, ni siquiera de la mayoría (que seguramente son jóvenes de corazón sincero que, en su ingenuidad, eligieron un mal camino), sino de su cúpula, la que toma las decisiones, la que fabrica lo que se le dice a los demás miembros, la que enseña lo que los demás aprenden a enseñar.

Y, otra vez, llovieron las amenazas, los insultos, las mentiras, las presiones, las manipulaciones, los emisarios. Estos autoproclamados "soldados de Cristo" salen hoy, como en el medioevo, blandiendo cruces y espadas, a acusar de brujos, demonios y locos a quienes decimos la verdad. Otra vez quienes se atreven a decir que existía más de un sistema solar debían ser arrastrados a la plaza pública y quemados en la hoguera.

La revista Caretas publicó, el viernes, un artículo bastante centrado sobre Doig, el Sodalitium y los abusos. Por esos días, otros tres medios más me entrevistaron para tratar el tema este fin de semana que pasó. Lamentablemente, los tres medios se han visto obligados a detener sus reportajes. Y la respuesta es la misma: si no aparecen más testimonios que los míos y los del periodista Pedro Salinas, no saldrá nada. En por lo menos uno de esos casos, el Sodalitium ha puesto como condición para dar su versión que no se nos incluya ni a Pedro ni a mí en los informes. Porque, dicen, yo estoy loco y Pedro solo contó ficción en su novela "Mateo Diez". Patrañas alejadas de todo principio cristiano. Quienes han hablado antes ya no quieren hacerlo nuevamente. Están asustados por todo lo que pasó cuando lo hicieron la primera vez.

Ante esto, y cansado de luchar contra tanta hipocresía sin que una sola autoridad se atreva a abrir una investigación sobre el caso, he tomado la decisión de no volver a hablar del Sodalitium ni en este blog ni en ningún medio de comunicación. Pero, como soy un caballero y creo en la fuerza de la verdad, no me voy sin antes lanzar un reto formal y frontal. Un reto por respeto a los afectados:

Señor Luis Fernando Figari, fundador del Sodalitium Christianae Vitae, lo reto a sentarse en un set de televisión en vivo y responder a mis preguntas. La única condición es que a ambos nos pongan un polígrafo y que no se edite de ninguna manera nuestra conversación. 

Este es un reto para usted, no para sus voceros que lo ocultan y protegen. Porque fue usted quien reclutó al abusador Germán Doig en el colegio Santa María cuando él tenía solo 16 años y le enseñó todo lo que sabía y hacía. Porque usted construyó las bases del grupo que quiso doblegar mi voluntad y que no lo consiguió. Porque usted nombró a los superiores de las comunidades donde yo estuve y que son responsables de los abusos físicos y psicológicos que he narrado (y tantos otros que aún guardo para mí) y que quedarán en mi mente por el resto de mis días. Porque usted fue quien organizó la estructura de esta organización "religiosa" que destruye a quienes intentan decir la verdad sobre ustedes. Porque usted, señor Figari, es el único responsable de la salud mental y emocional de miles de jóvenes que han pasado, se han ido o se han quedado en el Sodalitium. Porque usted, Luis Fernando, ha sido y siempre será el Sodalitium Christianae Vitae.

Si usted es venerado como un santo viviente, un hombre de Dios y un ejemplo de vida, como hasta hace poco veneraban a su discípulo abusador sexual Germán Doig, entonces no tema, salga de su ermita y dé la cara. Míreme usted a los ojos conectado a un detector de mentiras y responda mis preguntas. No me mande a Len, no me mande a Baertl, tampoco me mande a Scheuch.

Hasta que no lo haga, me comprometo a no decir nada más sobre su grupo, porque no se merecen un vatio más de mi energía. Si acepta este reto, sus seguidores y detractores sabrán finalmente quién miente y ahí se acabará para siempre esta molesta controversia. Usted gana. Si no lo hace, entonces también sabrán quién miente. Usted pierde. Como quiera verlo. En cualquier caso, yo lo veo como una victoria de la verdad. La misma verdad que usted dice defender desde la cruz y que yo defiendo con la pluma.

Muchas gracias a quienes me siguieron estos diez años en mis denuncias y a quienes se enteraron recién esta última semana al estallar el escándalo de los abusos sexuales en el Sodalitium. Su apoyo es algo que siempre valoraré y que sana muchas de mis heridas y las de quienes no han querido hablar por temor o porque solo quieren olvidar. Ustedes creyeron y lograron que otros creyeran. 

Y a quienes me atacaron, ya sean del Sodalitium, del MVC o de cualquier otro sector de la iglesia católica: que el Dios de los cristianos, de los verdaderos cristianos, de los que no mienten, los perdone. Figari, su cúpula y sus defensores quedan de ahora en adelante expuestos antes sus propias conciencias o a lo que ellos llaman el Espíritu Santo. Si creen en su cielo, saben lo que tienen que hacer para entrar en él.

Luis Fernando: tienes la oportunidad de que tu grupo quede bien parado demostrando que miento. Hazlo, si yo miento, no pierdes nada. Tú me dijiste hace veintidós años que era un maricón por querer irme del Sodalitium, me lo dijiste en el Centro Pastoral de San Borja, luego de dar mi examen de Probando, debajo de la copa del árbol frente a la puerta del salón, antes de que me dieran mi nota. Ahora demuestra que tú no lo eres y no te escapes como siempre lo has hecho. 

Pero, si no aceptas, solo me queda desearte que te vaya bien en tu reencuentro con tu discípulo Germán Doig, allá en ese infierno con el que ambos han asustado a miles de chicos que solo querían ser felices y de quienes ustedes se han aprovechado.

Todo lo que tengo que decir está dicho.

viernes, 4 de febrero de 2011

El Sodalicio de verdad (parte 3)

Oración por la beatificación del abusador Germán Doig.
Ayer descubrí que un tuitero me atacaba e insultaba desde que publiqué mi primer post sobre el Sodalicio (SCV). Cuando me enteré, por otro tuitero que me incluyó en una respuesta a él, noté que lo tenía bloqueado hacía mucho tiempo. No recuerdo el motivo, pero luego me di cuenta. En su bio encontré un enlace que me llevaba a sus demás cuentas, y en su perfil de LinkedIn descubrí algo interesante: el susodicho, cuyo nombre no diré para no darle publicidad, manifiesta que trabaja actualmente como redactor en ACI Prensa, la agencia católica de noticias más grande del mundo hispano. 

Recuerdo bien a ACI Prensa de mis días en el Sodalicio. Su director es un conocido laico consagrado sodálite llamado Alejandro Bermúdez. Cuando confronté a su empleado, intentó, con artilugios poco inteligentes y fáciles de desenmascarar, desvincular a ACI Prensa del Sodalicio. Todos los que pasamos por el SCV sabemos bien quiénes están detrás de la ACI y qué buscan. Es la maquinaria mediática sodálite que busca manejar la información dentro de la Iglesia, ya que, como todos sabemos, quien maneja la información tiene el poder. Han tratado de esconder al SCV por todas partes para no generar resistencia, pero su propia web en inglés delata sus raíces. En este enlace pueden ver que Bermúdez, a quien conozco personalmente y sé perfectamente que pertenece al Sodalicio, es miembro de esta "familia". Y sí, uno de sus redactores era mi principal atacante en Twitter. 

Esta información será entregada a la Policía Nacional, que tendrá que definir si los comentarios anónimos insultantes con los que bombardearon este blog y las amenazas que publicaron en contra de mi hija provienen de las mismas personas. Desde que mostré las pruebas del vínculo entre ese poco cristiano redactor de ACI Prensa y el Sodalicio, los ataques pararon.

Un allegado al Sodalicio me dijo en Twitter que no estaba de acuerdo con esos ataques y que este individuo actuaba a título personal. Parece que la estrategia utilizada por el SCV en el caso del pedófilo Daniel Murguía (¿dónde está ahora que ya salió libre?) y en el de la 'doble vida' de su ex casi santo, Germán Doig, aquella de mandar al matadero al tumor para salvar a la institución, sigue funcionando.

Hay quienes han escrito en mi blog que el Sodalicio ha cambiado, que ya no suceden las cosas que yo cuento en mis columnas, que se han humanizado, etc. Si así es, ¿por qué en lugar de enfrentar estas acusaciones con secretismo, escondiendo a Figari de la prensa y demás artes mágicas de desaparición, no muestran al público lo que hacen en sus comunidades? ¿Por qué no responden de manera más abierta, por qué no buscan a quienes contamos lo que vimos y nos enseñan que realmente han cambiado? No, lo que hacen es ningunear a todos los que contamos nuestras experiencias, encerrarse, esconder de la prensa a los chicos que viven ahí cuando ven una cámara, llevándoselos en camionetas a otros locales hasta que pase la "amenaza".

Hoy se ha sumado la revista Caretas a las revelaciones relacionadas con el cataclismo que se ha producido en las entrañas del Sodalicio al tener que detener el proceso de beatificación de su número 2, el hijo predilecto de Luis Fernando, el delfín del fundador, el "Apóstol de la Nueva Evangelización", Germán Doig, quien ha pasado de ser un ícono de la vida santa a un Judas leproso que abusó sexualmente de por lo menos tres jóvenes mientras fue Vicario General del Sodalitium Christianae Vitae.

Expreso mi profunda solidaridad con todas las personas que fueron abusadas sexualmente por Germán Doig, las que han declarado y las que no se han atrevido a hacerlo por temor o porque quieren dejar el pasado atrás. Quiero expresar el terrible dolor que me produce pensar en qué sentirán los chicos de 11 años que fueron abusados por el pederasta Daniel Murguía, quien ahora está libre. 

Quiero expresar mi preocupación inmensa por el corazón limpio y sincero de cientos de jóvenes que, engañados como me engañaron a mí, dejaron sus casas porque querían ser mejores, y ahora están en las garras de personas que los manipulan y les enseñan a manipular a otros jóvenes y niños que se acercan al Sodalicio creyendo en que ellos los volverán santos. 

Y a las familias de los afectados, mi mayor cariño y comprensión. Aquí estoy si necesitan hablar con alguien, como lo he hecho antes con quienes me han buscado y han llorado porque no saben qué hacer. Si Dios existe, no lo duden, no está en el corazón de manipuladores que los sacan de sus casas y esclavizan sus mentes con cantos inspirados en el fascismo y arengas que los convierten en robots con las mismas barbas ralas, las mismas camisas celestes, los mismos pantalones de tela, las mismas crucecitas doradas en la solapa, las mismas biblias de Jerusalén con cubiertas de cuero, las mismas estatuas de la Virgen Inmaculada Dolorosa, los mismos apretones de manos, las mismas miradas fijas a los ojos, los mismos zapatos Florsheim y las mismas sandalias "pescadoras" hechas a mano en San Bartolo.

Publico esta vez mi cuarto artículo escrito en el 2000. Los anteriores los pueden encontrar en este mismo blog. Difúndanlos y denles, con ellos, esperanzas a quienes creen que este monstruo no se puede vencer. Salgan y denuncien lo que saben, lo que han visto, lo que les han hecho. Hay una vida después del Sodalicio, no teman.

TERCER ARTÍCULO:

LOS ABUSOS DE LOS CURAS (Parte 3)

Publicado originalmente el 15.11.2000

Vengo contando cosas que, probablemente, estén pasando incluso hoy mismo, mientras estás leyendo estas líneas. A lo mejor a tus hijos, hermanos o primos. No estoy jugando, no estoy pasando el tiempo, no estoy haciendo catarsis, estoy arriesgando mi seguridad, mi propia vida, para contarle a todo el que “tenga oídos para oír” algo que nadie nunca se ha atrevido a contar: la verdad de lo que pasa tras las paredes de una comunidad católica moderna y aceptada por Juan Pablo II, Cipriani, el Estado peruano y gran parte de la sociedad.

¿No tienes acaso tú mismo una historia personal o de un familiar para contar? ¿No hay alguna autoridad o congresista valiente que solicite una investigación después de leer lo que estoy escribiendo? Nadie se mete con ellos porque no es “popular” hacerlo. Pero, yo seguiré aquí, llamando las cosas por su nombre, lanzando dardos de verdad para que los valientes se pongan de pie junto a mí y la sociedad se deje de hacer la que no oye cuando hay que enfrentar cosas tan importantes como esta. Si esto te parece secundario, entonces revisa tu escala de valores y te darás cuenta de cómo te han engañado con sus poses y su falsa moral esos curas que solo están interesados en sacarte plata y en tenerte atrapado con sus dogmas para ellos vivir cómodos con las donaciones y los sueldos que les pagamos incluso quienes no tenemos nada que ver con ellos ni nos interesa ser parte de su farsa.

El cura José Antonio Eguren, a quien ya mencioné en la primera parte de “Los abusos de los curas” y a quien toda la curia peruana conoce muy bien por los importantes cargos que ocupó en la Conferencia Episcopal [y ahora como obispo auxiliar de Lima], es un padrecito de apariencia bonachona y de gran habilidad oratoria.

Eguren, sodálite por supuesto, era invitado a veces a la casa de la Av. Brasil donde vivíamos los aspirantes a curas. Una vez, en un desayuno, le tocó sentarse a mi costado. En esa oportunidad, y no me acuerdo por qué, me habían castigado con un ayuno de lechuga y agua por una semana. Pero, eso no quería decir que no me sentara a la mesa con ellos a ver todo lo que comían en mi cara. Y, con la personalidad cruelmente juguetona que lo caracterizaba, al bonachon hoy monseñor Eguren se le ocurrió una forma muy noble y cristiana de acercarme a su dios.

Se sirvió un delicioso pan con mantequilla y mermelada y, justo cuando se lo iba a meter a la boca, se dio cuenta de que mi ayuno me había llevado a echarle un ojo. Así que, justo antes de meterlo en su boca, el cura me miró de reojo y me preguntó, con esa sonrisa que siempre recordaremos quienes lo hemos conocido: “¿te gustaría comerte este pan?”. Yo lo miré desconcertado, ya que no sabía qué era lo que debía contestarle. El cura me lo fue acercando y retirando de la boca, provocándome: “¿Quieres? Mmm, qué rico, ¿no?”. Yo, con casi una semana de haber estado alimentándome de agua y lechuga, sufría ante la visión de ese delicioso pan que, en ese momento, se convirtió en lo único que esperaba de la vida. Al final, luego de casi dos minutos de jugar conmigo, el cura, al que apodamos “el cura gordo”, se metió el pan con mermelada a la boca y se lo comió todo, mientras decía “¡qué rico, mmm!”, con un especial gusto y una mueca de “piña loco, te pelaste, sigue ayunando nomás”. 

Esto, que parece solo una broma juvenil pero que es parte de toda una estrategia bien estudiada de privaciones y torturas físicas y psicológicas destinadas a doblegar y someter la voluntad del aspirante, lo hizo un respetable miembro de la iglesia peruana que fue elegido para servir personalmente al Papa Juan Pablo II en su segunda visita a nuestro país.

Este curita [hoy obispo que gana sueldo del Estado], que seguro es el que te casó o bautizó a tu hijo, disfrutaba torturando psicológicamente a adolescentes. No es la única historia y él no es el único que actuaba así. El propio Luis Fernando Figari, jefe de Eguren, me obligó una vez a esconderme detrás de la puerta de la cocina de su casa en Santa Clara y esperar a que uno de sus estudiantes, que vivía en la misma comunidad con él, saliera de la cocina con el almuerzo. Y no para jugar a "bú" y reír todos con la travesura. La instrucción fue: "Dale el puñete más fuerte que puedas en la boca del estómago cuando salga de la cocina". Si lo ordenaba el gran Luis Fernando, el fundador, el santo viviente, el paradigma de católico moderno, el amigo del Papa, el maestro y guía de mi director espiritual Germán Doig, había que hacerlo, sino te largabas del Sodalicio.

En las siguientes columnas podrán leer muchas otras historias de la vida real. Por ejemplo, cuando uno de los chicos que se escapó de ahí -unos meses antes que yo- y todos nos reunimos para que el superior de nuestra comunidad nos dijera que “ya ni siquiera vale la pena rezar por él porque se ha perdido en el infierno”. También sabrán, con lujo de detalles y nombres de los involucrados, cómo es que me pincharon varias veces seguidas con una cuchilla suiza en el cuerpo, cómo me obligaron a bañarme en el mar helado en la madrugada a pesar de sufrir de una terrible migraña, cómo me escondían en el baño cuando venía a verme mi mamá, cómo Luis Fernando Figari nos gritaba que debíamos estar dispuestos a estrellar nuestras cabezas contra las paredes si él no los pedía.

Si no leyeron mis posts anteriores, pueden hacerlo en http://bit.ly/sodalicio, http://bit.ly/sodalicio2 y http://bit.ly/sodalicio3. El lunes publico la quinta parte.

jueves, 3 de febrero de 2011

El Sodalicio de verdad (parte 2)


Como hace diez años, cuando publiqué mis artículos por primera vez, el Sodalicio, la Iglesia Católica, la gran mayoría de medios, políticos y autoridades callan. La única reacción ha sido publicar, casi a escondidas y al día siguiente de la primicia de Diario16 y el primer post en este blog, un comunicado en su web de noticias. Un "tapahuecos", obviamente. Tarde. Y otros medios ni hablan del tema. Silencio absoluto.

Luego de publicar ayer mi segundo post, encontré un interesante artículo del periodista argentino Andrés Beltramo, corresponsal en el Vaticano, que  compara el caso de Germán Doig y el Sodalicio con el escándalo provocado hace un año por las graves revelaciones en torno a la doble vida de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Lo que más me llamó la atención es que las conclusiones a las que llega Beltramo son muy similares a las que yo expuse ayer aquí. Es que la lógica es matemática pura. Y, si conoces bien al matemático, mejor. Los invito a leerlo en este enlace.


Sin más preludio, comparto con ustedes mi tercer artículo de esta serie de seis, publicados todos originalmente en el año 2000, y que muestran que lo de Doig no es una aguja en el pajar del Sodalicio.

TERCER ARTÍCULO:
LOS ABUSOS DE LOS CURAS (Parte 2)
Publicado originalmente el 08.11.2000

Hoy contaré otra historia de lo que vi cuando viví en sus comunidades. Y, como les dije antes, tengo muchas otras guardadas que iré contando cada semana.

Cada noche nos reuníamos en la cocina de la casa comunitaria para tomar un café y conversar. Pero, esa noche de diciembre de 1987 fue diferente. Uno de los chicos que estaba pasando con nosotros el mes de “prueba” en la casa sodálite de San Aelred, en la Av. Brasil, era un muchacho correcto y muy serio. Se llamaba Diego (prefiero no decir su apellido porque fue realmente denigrante lo que sufrió). 

Diego era orejón, narizón, lo que los chicos llamarían un pavo, un ganso, un nerd, y vivía muy acomplejado por eso. Nuestro “formador”, Alfredo Draxl, nos motivó a todos a hacer escarnio de la condición de Diego, cual terapia cuasi freudiana. 

Primero, nos alentó a iniciar una competencia de puñetes en el estómago por turnos, un "juego" muy común en las noches de café de la casa de prueba. Diego y yo nos reventamos a golpes, hasta que él se rindió y yo fui ovacionado por los demás. Ambos resultamos mareados, adoloridos y casi sin aire. 

Inmediatamente, Alfredo nos dio instrucciones para el siguiente jueguito. Teníamos que intentar agarrarle las orejas y la nariz a Diego y él no debía dejarse. Nos revolcamos en el piso, lo correteamos, mientras el pobre Diego se tapaba como podía para que no lo hiciéramos consciente de ese complejo que lo atormentaba. Fuimos pasando, uno tras otro, forcejeando con él y buscando sus orejas y su nariz mientras él trataba de descifrar el sentido espiritual que seguramente tenía esta "terapia". Sus orejas terminaron rojas, su nariz hinchada y, entre los puñetes y la persecución para agrandar su complejo, Diego estaba exhausto, supongo que principalmente por la inmensa presión psicológica que estaba sufriendo.

Hasta aquí todo podría aún ser considerado un ejercicio lúdico casi inofensivo entre chiquillos, una especie de "bullying" neocristiano. Pero, lo que siguió fue terrible. 

Alfredo -quien había sido mi profesor de Filosofía en el Markham el año anterior- nos dio plumones, lapiceros y las instrucciones para el siguiente acto “caritativo” que, según él, haría que Diego enfrentara, de una vez por todas, sus traumas. Nos ordenó escribir en su cara, hinchada de tanto jalón, todas las palabras que se nos ocurrieran en relación con su complejo. La condición principal para que esto surtiera efecto era que no podía verse en el espejo hasta que todos termináramos de escribir. 

El ritual empezó. Fuimos escribiendo palabras de todo calibre, desde “pavo” hasta “fracasado” y “huevón”. 

Alfredo no actuaba por su cuenta. Él había sido elegido como nuestro “formador” por las autoridades del Sodalicio (que es parte de la iglesia católica, que organizó gran parte de las actividades de la segunda visita del Papa Juan Pablo II al Perú y que, por si acaso, es dueño de la parroquia de moda, en Camacho). Él nos enseñó ese “juego” y nos obligó a jugarlo hasta el final. 

Diego terminó siendo la pared viva para nuestros grafitis. Acabada la sesión de pintura, fue autorizado por Alfredo a mirarse al espejo. Diego tuvo que leer todo lo que le habíamos escrito y se volteó a mirarnos con lágrimas en los ojos. A pesar de haber sido parte de ese miserable juego que, supuestamente, tenía una intención liberadora, me sentí muy mal. Lloré al ver llorar como un bebé a Diego. Ese inofensivo muchacho de unos 18 años estaba siendo humillado en nombre de la religión enfrente de sus amigos y por ellos. 

Alfredo intentó “consolarnos” diciendo que éramos sus verdaderos amigos al haber evidenciado así sus miserias. Luego de esto, vino una intensa sesión de manipulación psicológica en la que a Diego y a nosotros se nos explicaba que debíamos enfrentar nuestros traumas para poderlos superar y que la única solución era refugiarnos en el Señor Jesús, su santa madre María, la iglesia católica y, en especial, en el Sodalicio. 

Todos fuimos sometidos a una “terapia” parecida a la de Diego en algún momento, pero la que más se grabó en mi mente fue esta. Nunca he visto a un ser humano tan desarmado, tan indefenso, tan destruido. 

Los curas hicieron que nos creyéramos que esta salvajada psicológica era la forma de llevarnos hacia nuestro propio yo y hacia su dios.

En los siguientes artículos contaré cómo un error mío hizo que me mandaran a cuidar una capilla de pie durante varias noches consecutivas sin dormir. También les contaré cómo me escondían en el baño cuando mi familia me iba a visitar, cómo nos hicieron comer torta de chocolate con espuma de afeitar, cómo el fundador del Sodalicio (Luis Fernando Figari) nos visitó en la casa de San Bartolo y nos gritó que debíamos ser capaces de estrellar nuestras cabezas contra la pared de piedras si él nos lo pedía, cómo me hicieron bañarme en la madrugada en el mar cuando sufría de una migraña que me cortaba el habla, cómo nos obligaban a nadar hasta una isla en San Bartolo con ropa y piedras, cómo me clavaban una cuchilla suiza en el cuerpo mientras estudiaba y luego me hacían apretar el cuello contra ella a pesar de mi llanto, entre otras cosas, todas de la vida real.

Si no leyeron mis posts anteriores, pueden hacerlo en http://bit.ly/sodalicio y http://bit.ly/sodalicio2. Mañana publico la cuarta parte.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El Sodalicio de verdad (parte I)

Foto: lamula.pe
Ayer publiqué un post que ha dado mucho que hablar. Y mentiría si dijera que eso no es lo que quería. Claro que quiero eso. Pero no por las razones que mis atacantes han esgrimido en sus comentarios y tweets, sino porque miles de adolescentes y sus padres deben saber que el Sodalicio de Vida Cristiana o SCV no es una cofradía de santos vivientes intocables y que Germán Doig y el pedófilo Daniel Murguía no son paja en medio del trigo puro y cristalino de estos autoproclamados "soldados de Cristo".

Germán Doig estaba destinado a ser el delfín de Luis Fernando Figari, el fundador, inspirador, ideólogo y conductor del SCV. Era quien estaba siendo entrenado personalmente por Figari para que lo reemplazara ante cualquier eventualidad. El desastre sobrevino cuando la eventualidad se volteó hace diez años y Doig murió antes que Figari. ¿La solución para que el SCV no se quedara en la oscuridad de la desesperanza? Intentar que Germán fuera canonizado. Sin embargo, en el proceso previo, la beatificación, se dieron con la sorpresa de que Doig no era ningún santo y que los testimonios de los afectados por sus conductas impropias eran fehacientes, incuestionables e insobornables. Y, ante la posibilidad de que esto se conociera por otras vías y destruyera las entrañas del Sodalicio, decidieron ellos mismos hacer pública la decisión de detener el culto a Germán y de arrojar a su otrora "Apóstol de la Nueva Evangelización" a la hoguera de la condena social, una hoguera que no debía tocarlos. Y menos a Luis Fernando, el maestro y guía de Germán, el único que les garantizará en el futuro tener un santo para darle la solidez que todo grupo de esta naturaleza busca para perpetuarse y ganar poder dentro y fuera de la Iglesia Católica.

Si creen que tengo un interés distinto al de advertir a padres, maestros, jóvenes, autoridades y a la sociedad en general sobre lo que verdaderamente pasa dentro de las paredes del Sodalicio, entonces créanlo. Yo sé lo que quiero conseguir en esta batalla y eso me basta. Ya me he enfrentado a ellos y a sus mastines hace años y esta vez lo vuelvo a hacer porque creo en esta lucha, creo en lo que vi estando dentro y creo que ellos mienten descaradamente cuando lo silencian, minimizan o lo niegan.

Un tema adicional: Las "amenazas" publicadas ayer por anónimos en mi blog son solo anécdotas para mí. No sé si serán ellos ni me interesa, eso lo definirán las investigaciones policiales que ya se iniciaron esta mañana. Eso es secundario. Y si me querellan por lo que escribo acá o por lo que declaro a los medios, que me querellen. Lo más importante es que quienes lean lo que escribo sepan que Germán Doig no es la manzana podrida con la que nos quieren atragantar para que no veamos a las serpientes que desenvainan la espada flamígera que eligieron como símbolo.

El volver a difundir lo que publiqué hace diez años tiene una sola meta: que mis lectores sepan lo que vi, lo que escuché y lo que me obligaron a hacer no algunos "humanos pecadores como todos" sino la cúpula organizada de una institución creada para manipular mentes jóvenes y usarlas para oscuros fines disfrazados de santidad.

Germán Doig está muerto y hoy sus seguidores del SCV no han dudado en matarlo por segunda vez, usando su cadáver como escudo para esconder sus propias asquerosidades, sus aires de superioridad y sus ansias de poder.

Lo que publiqué hace años y vuelvo a publicar hoy es para que TÚ sepas que tus hijos, hermanos o amigos, que seguramente se han acercado al SCV con el sincero deseo de ser santos o simplemente mejores, están en serio peligro. El problema no fue Germán Doig, el problema ES la cúpula del Sodalicio, que se aprovecha de la confianza que en ellos han puesto miles de jóvenes que, como yo lo hice hace más de veinte años, creen en su enmascarada sinceridad.

Agradezco los cientos de mensajes de respaldo que he recibido desde que publiqué mi primer post. Sin temor, porque sé que digo la verdad, seguiré publicando lo que sé.

Los dejo con mi segundo artículo. Recuerden que fueron publicados en una revista semanal, por ello el manejo del tiempo. En este blog los estoy publicando día tras día. Esperen el tercero mañana.

SEGUNDO ARTÍCULO:
LOS ABUSOS DE LOS CURAS (Parte 1) 
Publicado originalmente el 02.11.2000

Tal como anuncié la semana pasada, contaré a partir de esta edición todas las salvajadas de las que, tanto yo como algunos otros, hemos sido objeto cuando estuve viviendo en la casa de un grupo de curas y laicos católicos.

A mí nadie me va a vender el cuento de que la iglesia es santa, cuando he visto tantos intereses, tanta cochinada, tanta politiquería, tantas movidas de dinero, tantos abusos (físicos y psicológicos). Así que, agárrense, porque después de casi 12 años de silencio, soltaré todo, caiga quien caiga. Estoy seguro de que los responsables (la iglesia) tratarán de hacerse los locos, de lavarse las manos, pero espero que sean tan valientes para enfrentar estas acusaciones como cuando hablan de transparencia, moralidad y demás cosas que ni ellos mismos cumplen.

Empezaré por situar a mis lectores en el tiempo y el espacio. Estudiaba en el colegio Markham. No es un colegio católico, sino laico. Aún así, desde sexto de primaria ya estábamos siendo reclutados por los profesores de religión, quienes eran parte de un grupo católico que muchos conocen, el Sodalitium Christianae Vitae (SCV), centro ideológico y estratégico del famoso y bien visto Movimiento de Vida Cristiana (MVC). Ellos son los dueños, entre otras empresas, de la parroquia de moda, “Nuestra Señora de la Reconciliación”, en Camacho. 

En esa época no tenían muy buena fama, pasaron unos años más y la presión de los padres de familia del Markham fue tan fuerte que tuvieron que salir del colegio. 

La estrategia del SCV es hacer buenas migas con los que quieren jalar para su bando. Resulta que los curas y sus aprendices eran adiestrados para que nosotros, los inocentes adolescentes, los tomáramos como modelos y que incluso se volvieran más importantes que nuestros padres. A medida que pasaba el tiempo, nos hacían sentir que nos entendían mejor que nuestros propios progenitores, que sabían que ellos eran unos materialistas a los que no les iba a cuadrar nunca que sus hijos fuésemos católicos comprometidos. Eran tan radicales que siempre nos ponían en una situación en la que teníamos que elegir entre nuestra familia y ellos. Nos hacían sentir unas basuras, unos traidores y unas niñitas engreídas si es que optábamos por hacer caso a nuestros padres. Los sodálites (así se hacen llamar los del Sodalitium) nos ponían constantemente entre la espada y la pared y nos perseguían para revelarnos los últimos trucos para pasar por encima de la autoridad paterna, con la excusa de que era más importante seguir las órdenes del “Señor Jesús”.

Eran nuestros “patas del alma”. Nos juntaban en grupo en casa de alguno (varias veces las reuniones se hicieron en mi casa, simple y llanamente porque mi mamá prefería estar atenta a lo que pasaba ahí). Hablábamos de cosas generales, contábamos nuestros problemas. A veces la estrategia era hacernos llorar de desesperación y luego salir a nuestro rescate. Comíamos algo y luego salíamos a algún otro lado para hablar más en privado.

Cuando pasaron los años y mi “dependencia” a su amistad se volvió incontrolable, terminé haciendo votos para pertenecer oficialmente a su grupo junto con otros dos miembros de mi promoción. Todavía era menor de edad y ya me estaban comprometiendo con votos que debería renovar cada año. Si me salía, como pasó al final, mi destino inminente, según ellos, sería el infierno -sin posibilidad de salvación-, tal como me lo dijeron cuando, años después, luchaba por irme. 

Y no saben todo lo que me costó salir de ahí luego de que lograran, en varios años de lavado cerebral, que mi mundo estuviera centrado en ellos. Irme significaba que, a mis 19 años, me quedaba sin futuro, sin ideología, sin seguridades, sin amigos, sin dios, condenado al infierno, etc. Encima, con la duda de si mis padres iban a aceptarme después de haberme peleado tan fuerte con ellos gracias a esos ideales prestados por mis reclutadores. Una tremendo dilema para alguien que había vivido de acuerdo a lo que ellos pensaban durante los últimos 7 años, desde los 12.

Luego de toda la estrategia sutil previa a que me mudara a vivir a una de sus comunidades, estuvo el mes de “prueba”, en el cual nos ponían en situaciones extremas para ver si éramos capaces de soportar la vida comunitaria. Esto sucedió en la casa que tenían en la Av. Brasil, llamada en ese entonces "San Aelred".

Una noche, me tocaba servir la comida junto a otro de los chicos que estaban en prueba conmigo, Ralph Bérninzon. Terminado el segundo, retiramos los platos, pero nos olvidamos de llevarnos la pimienta y el ketchup. Servimos el postre, arroz con leche, y cuando nos sentamos, nuestro “formador”, Alfredo Draxl, nos dijo que debimos haber retirado esas dos cosas antes de servir el postre. Dijo que, si las habíamos dejado en la mesa, era para usarlas con el postre. Así que a mí me ordenó echarle ketchup al arroz con leche. 

“Échale más”, me dijo el cura José Antonio Eguren [quien hoy es hombre de confianza del cardenal Cipriani y obispo auxiliar de Lima]. Le tuve que echar más. Ralph tuvo que comerse su postre con pimienta. La verdad que el arroz con leche con ketchup “bien mezclado” (como me ordenó el cura) no sabía tan mal, así que, al terminar (en medio de las risas y miradas del cura, Alfredo y mis otros compañeros), me preguntaron si me había gustado. No mentí, como buen cristiano. “No estuvo tan mal”, dije. Por supuesto que esto fue la excusa para hacer que me sirva cuatro porciones más de la misma combinación. A partir de la tercera, sentía ganas de vomitar, a pesar de que el cura me decía, en tono burlón, “todo está en la mente, sigue”. Fueron cinco porciones y, luego, mi estómago podrido de asco.

La siguiente semana contaré cómo me hicieron dormir casi un mes en una escalera de mármol, cómo me pusieron a ayunar y un cura me provocaba con comida, cómo hicieron que empujara mi cuello contra una cuchilla suiza, cómo nos enseñaban a burlamos de los complejos de nuestros compañeros hasta que lloraran de desesperación, cómo me hicieron lavar un water y, antes de pasar el sarro, me obligaron a lavarme la cara con esa agua. Y eso, sorprendidos lectores, es solo el comienzo.
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