Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio |
Tengo quince años luchando porque se sepa la verdad y he sido víctima de toda clase de ataques y mentiras para hacer creer a cada persona que pudiera acercarse al Sodalicio, a sus seguidores en los distintos proyectos y misiones que ellos dirigen y a la opinión pública en general que soy un loco, un enfermo, un resentido, un fumón, un predicador anticlerical y todo lo que puedan o no imaginarse.
Es a raíz de lo sucedido en estas dos semanas que, con la mente más en paz, pero también con nuevas frustraciones, puedo escribir esto. Mi intención es, obviamente, que lo lean y, si lo creen conveniente, lo compartan. Lo haré a modo de lista porque será más fácil de procesar para mí y de leer para ustedes.
1. Soy una víctima de abusos físicos y psicológicos ocurridos en las comunidades de formación del Sodalicio entre los años de 1987 y 1989. También soy víctima de una persecución implacable de parte de ellos y muchos de sus simpatizantes desde que revelé por primera vez los abusos que se cometían en sus comunidades. Lo único que me diferencia de las demás víctimas es que fui quien rompió el silencio y habló por primera vez de los abusos en el Sodalicio.
2. Estuve relacionado con el Sodalicio de manera informal desde sexto de primaria (tenía doce años) hasta quinto de secundaria. Eran profesores sodálites de mi colegio, el Markham, quienes me fueron lavando el cerebro. Fui elegido presidente del Convivio 86 (reunión anual de estudiantes católicos organizada por el Sodalicio). El 8 de diciembre de 1986 hice promesa de "aspirante", primer peldaño en el vínculo formal con el Sodalicio. Había cumplido 17 años 29 días antes, el 9 de noviembre. Nunca informé a mis padres sobre mi ceremonia de vinculación formal con el Sodalicio, ya que ellos no estaban de acuerdo y mis guías sodálites me hicieron creer que no debía contarlo a nadie de mi familia porque no entenderían mi "vocación" y serían tentados por el demonio para alejarme de ella.
3. Dejé el Sodalicio en marzo de 1989, después de haber vivido un año en dos comunidades: una en San Bartolo y la otra en Chincha, de donde me escapé después de varios meses de confusión, dolor, conversaciones inútiles con el superior, Miguel Salazar, y mi director espiritual, José Ambrozic. Las conversaciones servían solo para amenazarme con promesas de aniquilación espiritual y emocional en lugar de para brindarme ayuda profesional para construir nuevas formas de relacionarme con mi espiritualidad y la Iglesia a partir de mi idea de dejar la comunidad y relacionarme con el Sodalicio de maneras más libres, viviendo en mi casa y desarrollándome profesionalmente.
4. Meses después de mi salida me acerqué a San Bartolo a reclamar la devolución de mi biblioteca personal, la cual ellos tenían en su poder. Mientras viví en comunidad, recibía mensualmente el alquiler de un departamento de mi propiedad en Miraflores. El 50 % de ese dinero lo entregaba al superior de la comunidad y el resto lo usaba para comprar libros o ropa. Nunca me devolvieron mis libros, una colección que me costó entre 1500 y 2000 dólares. Tal vez más. En buen cristiano: se los robaron. Hasta hoy.
5. Es así que, totalmente frustrado, me mantuve alejado de ellos, evitándolos en las calles con una creciente paranoia, escondiéndome si los veía en algún lado. Mientras tanto, trataba de recuperar mi vida.
6. En el año 2000, mientras ayudaba por un breve periodo a mi padre en su revista, Gente, tenía una columna a la que llamé El quinto pie del gato, hoy convertida en un blog. En ella opinaba sobre temas de actualidad de manera (a veces demasiado) irreverente. La columna adquirió cierta notoriedad con el tiempo y tenía una vasta legión de lectores dentro y fuera del país.
7. En octubre del 2000 tomé la decisión de enfrentar mis miedos y salir al frente a hablar de lo que viví en el Sodalicio. No fue fácil. Fueron seis columnas. Una por semana. La primera se tituló "Extirparé la raíz del miedo". Ellas nacieron como gemelas de una pesadilla que me persigue hasta hoy. Mi intención era desenmascarar al Sodalicio y a sus miembros que abusaban de cientos de personas y, por encima de todo, advertir a la sociedad. Quería que los padres cuidaran a sus hijos. El impacto de mis columnas fue inesperado y arrollador. Golpeó al Sodalicio de maneras que no creí que lo haría, pero también dio inicio a una persecución en mi contra que destruyó mi vida en muchos niveles. Si hubiera callado, otra sería mi vida hoy. Pero no me arrepiento. Para ganar lo que realmente vale en la vida hay que estar dispuesto a hacer sacrificios. Pueden leer las columnas en este enlace.
8. Ese mismo año, el periodista y exsodálite Pedro Salinas me pidió una reunión, la cual se llevó a cabo en el restaurante Mangos del Óvalo Gutiérrez, en Miraflores (donde hoy está el Starbucks). Ahí, Salinas me contó que estaba escribiendo una novela acerca del Sodalicio, pero que no se había atrevido a terminarla y menos a publicarla, que era más una especie de exorcismo interno. Pero, me confesó que, al ver mis columnas publicándose, se sentía inspirado a continuar con el proyecto y a animarse a sacar el libro. Me pidió autorización para incluir en la novela pasajes de mis testimonios sobre los abusos que sufrí. Yo le dije que sí, que los use. En el 2002 publicó Mateo Diez, una novela sobre el Sodalicio en la que cambió los nombres. Solo los que estuvimos dentro del Sodalicio sabíamos a quiénes se refería. Nunca recibí invitación al lanzamiento del libro. No entendí por qué. Pero esto es algo que ya hablé personalmente con él días antes de que presentara Mitad monjes mitad soldados.
8. En el 2001, la periodista Cecilia Valenzuela encargó a Diego Fernández Stoll, un joven reportero de su programa Entre líneas, de Canal N, que investigara al Sodalicio. Luego del excelente reportaje, en el que se recogían los testimonios de Luis Eduardo Cisneros (exintegrante del MVC) y Eduardo Alt (padre de un sodálite), fui entrevistado en vivo por ella. Después entrevistó al destacado psicólogo Jorge Bruce, quien hizo una escalofriante premonición, alertando sobre posibles casos de abuso sexual y prácticas homosexuales de los líderes de la organización católica. Aquí pueden ver el trabajo de Cecilia y su equipo, además de mi entrevista y las predicciones de Bruce:
9. He contado en numerosas entrevistas la semana pasada (Caretas, Cuarto Poder, Radio San Borja, Buenos Días Perú, TeleSur, Rosana Cueva en Radio Exitosa, Al estilo Juliana en RPP TV, Con otros ojos en Canal N, Cecilia Valenzuela en Mira quién habla de Willax TV, Boca a boca en RBC) todo lo que he pasado en estos quince años de lucha.
10. Quiero compartir con ustedes, luego de estas dos semanas de correrías, con más calma, algunas cosas que creo importantes aclarar:
a. El libro Mitad monjes, mitad soldados ha sido el fruto de la investigación y trabajo de los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz y un grupo de colaboradores en el cual no estoy. No he trabajado con ellos en su elaboración y lo único que sale ahí sobre mí es, por un lado, el reconocimiento de mis primeras denuncias, y por otro, mi testimonio, que fue grabado por Pedro Salinas en una conversación que tuvimos hace por lo menos tres años. Lamento que varios medios de comunicación y opinólogos que recién se aproximan al tema, en su afán de promocionar las denuncias de abuso sexual, omitan en sus comentarios o cronología de los eventos la lucha de los que rompimos el silencio en el 2000 y 2001 y pretendan decir que esto empezó en el 2002 con la publicación de la novela Mateo Diez o incluso en el 2010-2011 con la aparición de denuncias sobre abusos sexuales. Pero lo entiendo. La dinámica del periodismo moderno es efectista y, con frecuencia, morbosa. Y el sexo es morbo por excelencia. Aprovecho para agradecer a quienes sí mostraron, en sus recuentos y columnas de opinión, el inicio de esta historia y su significado en lo que vino después. Agradezco, más que a nadie, a Paola Ugaz, coautora del libro Mitad monjes mitad soldados, quien se ha esforzado todas las veces y por todos los medios que ha podido en reconocer ese esfuerzo y esa lucha.
b. No recibo ni recibiré un centavo de las ventas del libro. No me corresponde, no he invertido un sol ni un segundo de mi tiempo en ese valioso esfuerzo, que es solo de Pedro y Paola.
c. Mi lucha siempre ha sido personal, sin coordinación alguna con Pedro Salinas, salvo en las ocasiones en las que ha pedido mis declaraciones para el libro y una que otra conversación esporádica para comentar, nunca para coordinar.
d. Muchas personas me aconsejaron hacer un libro respecto de estas experiencias. Siempre me negué rotundamente. Como fui parte del Sodalicio, testigo, victimario y víctima a la vez, no me sentiría bien conmigo mismo comercializando tristes experiencias mías y de otras víctimas.
e. Nunca fui víctima ni testigo de abusos sexuales dentro del Sodalicio. Me he enterado de las denuncias contra Germán Doig, Luis Fernando Figari, Daniel Murguía y Jeffrey Daniels a través de la prensa. Los demás testimonios de abusos psicológicos, físicos y sexuales los he venido a conocer a través del libro Mitad monjes mitad soldados. No conozco a ninguno de los denunciantes que aparecen en el libro, salvo a Pedro Salinas, su autor. Sin embargo, sus historias son totalmente consistentes, creíbles y reflejan en mucho lo que denuncié en mis artículos del 2000.
f. Considero que Luis Fernando Figari, como todo ciudadano peruano, es inocente de cualquier cargo hasta que la justicia pruebe lo contrario. Nos guste o no, así es la justicia. Sin contradecir esto, para conseguir que se demuestre su culpabilidad o inocencia, debe ponerse a derecho, afrontar la justicia en el Perú. El Sodalicio debe conminarlo a declarar al respecto lo antes posible. Mientras no lo haga, solo podemos considerar que lo están encubriendo. Además, el Sodalicio y la justicia peruana deben investigar a las personas que mencioné en mis columnas, para así determinar su grado de responsabilidad en los abusos cometidos mientras fueron superiores o formadores en sus comunidades. También debe identificar quiénes son los demás abusadores mencionados en los testimonios publicados por Salinas y Ugaz. Casi todos aparecen en el libro solo con sus iniciales. Hay que identificarlos y que pasen por los procesos necesarios de investigación y posterior sanción.
g. Desde el año 2000 hasta hoy no he tenido relación ni he mantenido comunicación con nadie del Sodalicio. Menos he tratado de hacerme su "amigo" con la intención de obtener información. Solo me he acercado a uno de sus miembros más antiguos, prominentes y conocidos por su posición mediática. Intercambiamos algunos correos entre diciembre del 2011 y marzo del 2012, teniendo yo en mente una sola cosa: que tomen conciencia de los abusos y del dolor de las víctimas. Al inicio de las conversaciones, este sodálite aceptó el daño que me habían hecho y me pidió perdón a título personal por lo sucedido (a pesar de no haber sido él perpetrador de ninguno de los abusos que denuncié). Debido a esta actitud, a su reconocimiento de que mis denuncias del 2000 eran ciertas y de que ellos habían defendido a su comunidad con un espíritu no cristiano, me sentí en la libertad de ofrecer una tregua con la condición de que formaran una comisión ad hoc para acercarse a las víctimas, investigar sus casos y realizar las acciones necesarias para brindarles ayuda y las reparaciones necesarias. Pero ello nunca sucedió. No se concretó la reunión con la cúpula del Sodalicio. No se hizo nada de lo prometido. Peor aún, se filtró y se sacó de contexto mi ofrecimiento de una tregua para luego usarlo como defensa del Sodalicio en un caso que enfrentaban contra una universidad canadiense que quería sacarlos de la capellanía debido a que, principalmente, habían tenido acceso a mis columnas. Ante esta nueva traición, rompí toda comunicación. Y ese es otro motivo por el cual me he mostrado muy escéptico con relación a los contenidos de los comunicados del Sodalicio y sus compromisos desde que este nuevo escándalo estalló hace dos semanas.
Dicho esto, quiero dejar clara mi opinión con relación a lo que vienen haciendo el Sodalicio, la Iglesia católica y las autoridades peruanas:
1. Ante el escándalo mediático que estalló hace poco más de dos semanas. el Sodalicio ha prometido una comisión ad hoc. Según declaraciones muy recientes de Fernando Vidal, asistente general de Comunicaciones de la institución, en reuniones públicas con integrantes de distintas misiones dirigidas por el Sodalicio, la comisión está en proceso de formación y se la ha encargado la conducción del proceso a uno de los sodálites más antiguos y profesionales, José Ambrozic. Sí, el mismo que fue mi segundo director espiritual y que me tuvo en retiro absoluto cuando le dije que quería dejar la vida comunitaria. Obviamente, esto demorará mucho tiempo. De haberse realizado esto en el 2011, cuando lo pedí en los correos ya mencionados, hace rato estaríamos en otro momento histórico de este escándalo.
2. El Sodalicio está siendo apoyado por una empresa consultora peruana reconocida (aún no han revelado el nombre y han prometido hacerlo apenas sean autorizados). Ella diseñará las maneras en las que la comisión ad hoc recibirá a los denunciantes que quieran acercarse a dar sus testimonios, estudiará los casos y vigilará que los procedimientos establecidos se cumplan. El Sodalicio ha afirmado que la tercera etapa de la investigación brindará el apoyo que requieran las víctimas a través de profesionales independientes de alto nivel. Además, esta tercera etapa ayudará a identificar casos en los que se requiera una investigación más detallada y profunda.
3. La actitud de los voceros en las reuniones públicas coincide con la mostrada por el superior general del Sodalicio, Alessandro Moroni, en su entrevista aparecida en el diario El Comercio. Quedaré a la espera de que se cumplan los compromisos adquiridos por ellos ante la opinión pública. Si pasa un tiempo prudencial y no veo ningún cambio real, entonces tendré que volver a salir a los medios a informar lo necesario al respecto.
4. La Iglesia católica tiene procesos internos diseñados para lidiar con estas situaciones. Estaré atento a que esos procesos se cumplan. Por el momento, y según las explicaciones de los expertos que han declarado, además de lo que dijo el cardenal Juan Luis Cipriani en RPP y de los propios voceros del Sodalicio, no veo inconsistencias y entiendo la reserva que han venido mostrando. Las investigaciones deben mantener la privacidad que corresponde y los investigadores no deben dejarse presionar por la dinámica de los medios de comunicación, los cuales sí deben estar atentos en los próximos meses a lo que pase en el Sodalicio y en la Iglesia católica. Además, invoco a los medios a no abandonar a las víctimas y cada cierto tiempo volver a tratar este tema. Por otro lado, creo que, ante la gravedad del impacto mediático, los líderes del Sodalicio deben informar con cierta periodicidad a la opinión pública los avances que vienen haciendo sin romper la confidencialidad que exige un proceso de esta naturaleza.
5. Ya se ha abierto una investigación en el Ministerio Público. El propio fiscal de la Nación ha solicitado a las víctimas que nos acerquemos a su despacho para presentar nuestros testimonios y pruebas (en caso de que alguien tenga alguna). Insto, desde aquí, a los afectados, a acercarse al fiscal de la Nación y colaborar con los procedimientos legales que él o quien él haya puesto a cargo de la investigación indiquen. Asimismo, pido al fiscal de la Nación que haga los trámites necesarios para que, ante las denuncias mediáticas, indicios y testimonios ya existentes, solicite mediante los canales legales adecuados, dentro y fuera de nuestro país, que se traiga a Luis Fernando Figari al Perú lo antes posible y se le fijen condiciones restrictivas adecuadas que permitan que afronte todo el proceso de investigación aquí. Lamentablemente, y como lo vengo diciendo hace días en mis entrevistas y en mi cuenta de Twitter (@JEESxorcismo), Figari no tiene intenciones de venir. Es más, para frustración de miles de personas preocupadas por este caso, su abogado ha declarado hoy en una entrevista para el diario El Comercio que buscarán la prescripción de los casos. Un asco del cual el Sodalicio puede escaparse rápidamente si, ahora sí, expulsa a Figari por tomar esa actitud.
Finalmente, debo manifestar que me causa un dolor profundo el accionar del Sodalicio, la Iglesia y de quienes se aprovechan del dolor de las víctimas para hacer noticia u obtener algún beneficio personal. Como víctima de Figari, Doig y muchas otras autoridades y miembros del Sodalicio, lo que menos espero es respeto a ese dolor, no que se busque manipularlo para obtener beneficios de ninguna índole.
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