Jose Enrique Escardó: "Le dijeron a medio mundo que era un mentiroso, que era el anticristo". |
La fiscal comía mandarinas parada a un lado de la puerta de su despacho. Hacía ya unos meses investigaba el caso Sodalicio-Figari. Dos días antes había tomado la declaración del superior general, Alessandro Moroni. Yo había decidido por cuenta propia visitarla. Le llevaba unos documentos que desmienten a Moroni. Me preguntó quién era. Le di mi nombre, pero no me conocía. Un rato después me contó que se notaba que Moroni (o el cura Baertl) estaban mintiendo. No recuerdo cuál de los dos. Se acabaron las mandarinas, o las archivó. Tal vez lo último, porque parece que eso hace cuando pela algo por encima y se cansa.
Me habló de una pariente suya que era o había sido misionera. En el África creo. Y me preguntaba por lo que me había pasado en las comunidades del Sodalicio. Apurado, resumí algunas cosas que escribí en mis columnas del año 2000. Abría los ojos, primera noticia para ella. Le conté también lo que se lee en el libro Mitad monjes mitad soldados, en el que uno de los primeros capítulos se titula “Escardó, el primer denunciante”. Y hay otro en el que cuento los abusos que sufrí en el Sodalicio. La fiscal respiraba hondo. No sabía. O sea, no había leído el libro cuya publicación motivó que, meses atrás, el fiscal de la Nación le pidiera que investigue a quienes son calificados ahí como victimarios. Me dijo que no iba a pasar nada porque el delito de abusos sexuales ya había prescrito. “Eso pasó hace más de 20 o 30 años”. Pero que por algo Dios la ponía en esas circunstancias. Que no era la primera vez. Ya había actuado en el caso de un cura que le trajo muchos problemas. Pero era su deber.
Este lunes archivó las denuncias. Como si fueran mandarinas. Moroni o Baertl ya no eran mentirosos. Desde el lunes lo eran los hermanos López de Romaña, Óscar Osterling y Pedro Salinas. Y yo también, aunque “se olvidó” de poner mi nombre en el comunicado. Tal vez porque dice que éramos mayores de edad cuando entramos al Sodalicio. Y eso es mentira. Porque yo hice promesa de Aspirante (ingreso formal al Sodalicio) el 8 de diciembre de 1986. Mi cumpleaños es el 9 de noviembre. O sea, casi un mes después de cumplir 17 años, ya era un sodálite de verdad. Y entré a comunidad a los 18 años recién cumplidos, eso sí. Pero la solicitud (con entrevista personal incluida) la presenté a mediados de 1987, cuando aún tenía 17 años, después de haberme lavado el cerebro desde sexto de primaria. Figari me puso en la lista de los elegidos cuando era menor de edad. Y Germán Doig intentó abusar sexualmente de mí en su oficina del Centro Pastoral de San Borja ese mismo año.
Tal vez “se olvidó” de poner mi nombre porque su comunicado dice que no tenemos problemas psicológicos causados por el Sodalicio. Y tal vez ella sabía que, hace varios meses, Ian Elliott, el irlandés experto en abusos contratado por el Sodalicio, concluyó que soy una de las víctimas y que necesito terapia. Voy desde hace cuatro meses y el Sodalicio la paga. Pero la fiscal dice que archiva porque no hay daño psicológico.
La fiscal no puede afirmar que fui víctima de lesiones psicológicas porque soy un hombre de “éxito”. Sí, por eso . Así de simplón. Pero los psicólogos que vieron a los cinco denunciantes y presentaron un peritaje de parte dicen lo contrario. Salinas ha contado que es porque uno de ellos conoce el caso. Con esa lógica, nadie nos podría hacer un peritaje psicológico. Es que esos peritajes no hablan de hombres de éxito, porque el éxito no solo tiene que ver con lo laboral, señora fiscal. También es haber logrado recuperar la confianza en los demás que se llevó los abusos, no haber perdido el rumbo en la vida, tener una relación saludable con la familia, los amigos, la pareja y todo nuestro entorno. Y mi peritaje de parte dice que no he podido conseguir eso, que tengo serios problemas. Pero la fiscal no lo aceptó. Y tampoco pidió que se reemplace con uno del psicoanalista que me ve desde hace cuatro meses, una vez por semana, pagado por el Sodalicio.
Tal vez por eso “olvidó” mi nombre en su comunicado. Porque para ella no soy nadie. Como no lo soy para Luis Fernando Figari, para quien no existo. Como no lo soy para el Consejo Superior del Sodalicio. Como no lo soy para quienes me arruinaron la vida cuando estuve en sus comunidades y en los últimos 16 años, desde que los denuncié públicamente. Porque le dijeron a medio mundo que era un mentiroso, que era el anticristo, que era un enfermo. Que esa era la versión que todos los vinculados al Sodalicio debían dar. Así, como quien pela una mandarina.
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