Figari bendecido por Juan Pablo II, el santo que protegió a más de un pederasta |
En una conversación de hace unos tres años por correo electrónico con uno de sus líderes más prominentes, él aceptó que tuvieron que atacarme para defender al Sodalicio, que se pusieron de acuerdo para decir que lo que yo había escrito era todo mentira, que hicieron espíritu de cuerpo desde la cúpula. También aceptó que lo que yo conté era cierto, pero que las técnicas que denuncié habían cambiado en los últimos años. Además, dijo que sus hermanos no actuaron cristianamente conmigo y que lo lamentaba muchísimo porque sabía cuánto daño me hicieron.
Pero, cuando le dije que ahora debían hacer algo por las víctimas, que debían pedir perdón con acciones, que crearan una comisión interna que investigue esos casos y se acerque a los afectados para intentar darles paz, empezaron las excusas: hablaré con mis hermanos, están muy ocupados porque ya se vienen las actividades por la Navidad, disculpa que pasen los meses y no pueda concretar ninguna reunión, no han podido ver este tema en sus últimas reuniones, lo siento, disculpa, lo lamento, no me he olvidado.
Y nunca pasó.
Por eso, cuando leí el "perdón" del Sodalicio, no les creí nada. Por eso, cuando dicen en su comunicado que "les ofrecemos nuestra disposición de escucha y ayuda", supe que era solo palabrería para quedar como buenitos una vez más. Porque soy la primera persona que salió a decir que el Sodalicio estaba podrido y solo me destruyeron con mentiras, manchando mi honra, boicoteando esfuerzos laborales y hasta presenciando con crudeza diabólica cómo alguien de su entorno amenazaba la integridad sexual de mi hija de cinco años sin mover un dedo para identificar a esa persona.
Desde que denuncié a Figari en mis primeros artículos, en el año 2000, le dije que lo retaba a debatir públicamente, donde él quisiera, en la televisión si quería, pero nunca dio la cara. Todo era por lo bajo, demoliendo los cimientos sobre los cuales intentaba construir mi vida profesional, laboral, académica y mi reputación.
Quince años en los que perdí mucho, pero en los que gané la confianza de que estaba haciendo lo correcto y en los que sabía que menos jóvenes serían captados por ellos y menos familias serían destruidas.
Pasaron los años y el Sodalicio ha tenido que aceptar públicamente las conductas patológicas de Germán Doig, quien fue mi director espiritual cuando creía en ellos.
La estampa con la que veneraban al fallecido pederasta Germán Doig |
Ayer, en su comunicado, han aceptado también la enfermedad de su fundador, Luis Fernando Figari. Pero también han aceptado que lo están protegiendo, que está en retiro de oración en una comunidad suya en Roma.
Luis Fernando Figari, acusado de ser un predador sexual de menores por tres personas por lo menos, y de ser un abusador físico y psicológico por treinta por lo menos, cuyos testimonios aparecen en el libro Mitad monjes, mitad soldados, de Pedro Salinas, no debe quedarse más en Roma, protegido por el Sodalicio. Figari debe ser traído al Perú por la justicia para enfrentar las decenas de acusaciones en su contra.
Tengo quince años pidiendo eso a las autoridades peruanas. Y nadie se atreve a hacerlo. Porque es la Iglesia católica, porque a ella nadie la toca, porque qué miedo, porque Figari tiene vínculos en las más altas esferas del poder político y empresarial, porque no tienen cojones, porque a sus hijos no los quemó ni les pegó ni los traumó ni los manoseó ni los violó, porque Cipriani lo protege, porque en este país no hay justicia, porque no, porque simplemente no les da la gana, porque ya pasará el roche.
Figari, monstruo, estás cercado. Tal vez no por las mariconas autoridades peruanas (por el momento), pero sí por tu conciencia (si la tienes), por la historia que te ha descubierto, por tus propios actos que nadie olvidará. Y por nosotros, que seguiremos en la lucha, haciendo todo lo posible para que vengas al Perú, para que la justicia humana te haga pagar el daño hecho. Porque, eso sí, sin ser mitad monje pero sí habiendo sido un soldado muy herido pero constante, te puedo decir que la justicia divina, esa que usaste como escudo y espada para hacer tus maldades, ya te ha condenado.
Por primera vez juntos, les dejo aquí los artículos que empezaron esta historia en el año 2000:
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