viernes, 16 de diciembre de 2011

El taxi de adelante

Típico. Estás en un taxi y el conductor tiene que detenerse porque otro ha parado para que suba un pasajero. Le toca el claxon, intenta pasarlo y, finalmente, lo mira con desprecio y probablemente lo insulta. Si el calor de la ruta lo anima, hasta comienza con la charla de que el tráfico es una porquería, que Lima está así porque los conductores no tienen cultura, que las autoridades no hacen nada y más catarsis. Te deja en tu destino y a media cuadra hace lo mismo de lo que se quejó.


Pasa igual con el caso de discriminación que hemos visto hace unos días. Discriminar está mal, muy mal, debería ser reprimido de todas las maneras legales posibles en todos los casos que se conozcan. No hay excusa para que un local comercial trate distinto a una persona que proviene de otra localidad simplemente por su apariencia y su forma de hablar. Eso lo condeno y me parece muy bien que nos indignemos.

Sin embargo, la irracionalidad y la hipocresía me parecen igual de condenables. La actitud visceral del taxista de atrás que hace lo mismo. 

Hay tantas maneras de discriminar, no solo por procedencia y raza, sino también por sexo, religión, idioma, nivel económico, educación, etc. Y hay tantas maneras en las que nosotros mismos discriminamos a diario. Está tan enraizado el hábito en nuestro interior que ni cuenta nos damos. Como el taxista.

Por eso preguntaba hace unos días si es que alguna gente que se indigna con el caso de Ricardo Apaza se mira al espejo y se indigna consigo misma por discriminar o solo se empincha con el taxista de adelante.

No perdamos de vista el bosque porque nos cegamos con el árbol. Por el contrario, que el árbol sirva para que veamos la viga que tenemos en el propio ojo. Si vamos a tocar el claxon porque otro hace lo que no debe, demos el ejemplo y no paremos nosotros tampoco. 

La hipocresía, muchas veces inconsciente, bloquea la capacidad de indignarnos con nosotros mismos y de notar que hacemos lo mismo o peor que lo que hacen otros a quienes apanamos con cierto placer. No por eso vamos a dejar de apanarlos si se lo merecen. Pero no paremos a media cuadra a hacer lo mismo. Aprendamos de lo que nos quejamos. Indignarse no basta.

"Sé el cambio que quieras ver en el mundo". - Mahatma Gandhi

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