jueves, 3 de julio de 2008

Contra el tráfico

Soy un idiota. Un pobre iluso que cree que puede hacer algo porque la gente pueda cambiar.

Soy un tarado que todavía exige a la gente que piense en los demás cuando maneja un auto o cuando camina por la calle.

Todavía pienso que respetar al peatón por encima de todas las cosas es no solo lo que dice la ley sino una norma básica de convivencia y respeto mutuo. No soy de esos criollitos que se pasan la luz roja. No soy de los vivazos que aceleran cuando la luz está cambiando de ámbar a rojo sin importar que un grupo de peatones, entre ellos niños, ancianos, mujeres embarazadas o con bebes en cochecitos, estén listos para cruzar.

Soy un pobre imbécil que cree que la señal de PARE significa que uno debe detenerse para ver si vienen autos por la vía preferencial o transeúntes indefensos que intentan pasar a la vereda de enfrente sin tener que arriesgar sus vidas en el intento. Soy un huachafo que cree que el peatón no debe cruzar por cualquier lugar, sino solo por las esquinas, puentes y cruceros peatonales, esperando que la luz roja detenga a los autos. No soy de los que cruzan sorteando a los autos como si fuera una carrera de obstáculos. Así de estúpido soy.

Todavía creo que el chofer de un auto debe usar el claxon solo en casos de extrema urgencia y no para tratar de mover el tránsito atorado por cuadras o porque un semáforo recién cambió a verde o un policía está dando pase a la vía transversal.

No soy un sapazo que se detiene sobre el crucero peatonal, poniendo en peligro la vida de decenas de personas.

No soy un criollito que cree que no es necesario detenerse al voltear hacia una calle para dejar pasar a los peatones, sino que el peatón debe aprender a mirar antes de cruzar por la esquina o el crucero. Cuando se le ocurre creer que puede pasar por donde le corresponde y por el lugar que le corresponde, no lo insulto, le toco el claxon o paso casi por encima suyo. Así de vivo no soy.

Todavía creo que los policías deben ser rectos, conocer y hacer cumplir el reglamento de tránsito, ejerciendo la autoridad que se les ha dado para proteger al más débil e indefenso. Todavía soy un tonto que cree que los patrulleros deben dar el ejemplo en las pistas y no ser los primeros en romper la ley.

Así de imbécil soy. Todavía creo que la gente debe respetar el reglamento, que debe respetar a los demás, empezando por el más vulnerable: el peatón.

Así de idiota soy. No soy un criollito más. Tal vez termine atropellado por alguno de esos increíblemente inteligentes seres que creen que por tener un auto pueden pasar por encima de los demás. Tal vez muera atropellado por el vivazo que acelera para llegar primero a la luz roja y ganar medio segundo de tiempo a costa de la vida de los demás.

Debería cambiar. Debería ser como ellos. Debería pasar por encima de los derechos de los demás y arriesgar la vida propia y de los demás. Total, todos lo hacen y da flojera ser decente y hacer lo correcto. No hay tiempo para estar pensando en los demás, ¿para qué?

2 comentarios:

sync88 dijo...

Muy buen artículo. Vengo de estar 3 semanas en Lima. (vivo en USA). De más decir que me movilicé en taxi o con amigos a todas partes porque para mi, manejar en Lima es equivalente a intento de suicidio. ¿Como la población a crecido tanto con esa manera kamikaze de manejar? Quiero agregar que si bien el peatón lleva las de perder, yo tampoco no me sentía nada segura dentro del tampoco. La gente maneja tan pegado uno al otro que literalmente podía ver las arrugas y lunares del otro conductor. No creo que jamás me anime a manejar en Lima.

Saludos,
Patricia

sync88 dijo...

Muy buen artículo. Vengo de estar 3 semanas en Lima. (vivo en USA). De más decir que me movilicé en taxi o con amigos a todas partes porque para mi, manejar en Lima es equivalente a intento de suicidio. ¿Como la población a crecido tanto con esa manera kamikaze de manejar? Quiero agregar que si bien el peatón lleva las de perder, yo tampoco no me sentía nada segura dentro del tampoco. La gente maneja tan pegado uno al otro que literalmente podía ver las arrugas y lunares del otro conductor. No creo que jamás me anime a manejar en Lima.

Saludos,
Patricia

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